Hace mucho tiempo pensé que la sostenibilidad era algo relacionado con el medioambiente exclusivamente, hasta que realicé un master en sostenibilidad y descubrí que en realidad es un concepto que lo abarca todo, absolutamente todas las áreas, todos los individuos, y todo cuanto existe en la tierra, es decir, no solo se trata de cuestiones medioambientales tales como: proteger la biodiversidad, dejar de saquear los recursos naturales de la tierra, reducir las emisiones CO2 para mitigar el cambio climático, dejar de contaminar el suelo, el agua y el aire de nuestro planeta, o incluso poner en práctica las clásicas 3R del reciclaje (reciclar, reutilizar y reducir); sino que en realidad ser sostenible tiene que ver también con los impactos sociales y económicos, es decir, que si protegemos el medioambiente pero nos olvidamos de las personas o de la viabilidad económica de nuestras soluciones, todos perderemos, y no habrá sostenibilidad realmente.
Aunque las personas somos clave en los cambios, no podemos olvidar que las viejas costumbres no son fáciles de modificar. Queremos soluciones inmediatas para hábitos que se han ido forjando durante años, que han constituido nuestro modus operandi en décadas. El consumo, por ejemplo, es la clave del cambio en la sostenibilidad. No solo consumimos todos, sino que además es a través de los hábitos de compra como podemos premiar o castigar a las empresas más y menos sostenibles. ¿Cómo salir del bucle de que no me quiero comprometer con el cambio hasta que los demás lo hagan? ¿Cómo convencer a mis padres, hijos, hermanos, amigos, compañeros de trabajo, jefes, de que el consumo es la clave del cambio real para un mundo sostenible?
Cuando la gente me dice que para ser sostenible hay que tener mucho dinero, siempre recuerdo al biólogo y científico de nuestra fundación, que siendo mil eurista, es la persona más sostenible que conozco. En realidad, el dinero es la excusa perfecta, puesto que la verdad es que no queremos modificar nuestros hábitos de consumo, priorizando lo sostenible. Por ejemplo, yo compro detergente biodegradable a granel, la mejor solución ante la ingente contaminación que generan los detergentes en nuestras aguas, que se ve radicalmente empeorada por el envase de plástico en donde a menudo se distribuye, y que llena de microplásticos no solo los océanos, sino también nuestro cuerpo, ya que el plástico se va fragmentando tanto, que actualmente no solo lo ingerimos y bebemos, sino que también lo respiramos.
Esta solución a la que me he sumado desde hace más de una década, es relativamente incomoda y requiere invertir un poco más de tiempo, tengo que ir a un pequeño negocio en vez de a un gran supermercado y comprarlo todo a la vez, además es verdad que es más cara, porque no se puede competir con los precios de quienes producen y venden en cantidades ingentes, pero también es cierto que es más justa, distribuye mejor la riqueza, y sobre todo cuida la salud de la tierra y en consecuencia la mía. Son, no obstante, esos inconvenientes, los que hacen que negocios tan sostenibles como este tengan que cerrar en vez de crecer para convertirse en una solución cada vez más cómoda y económica.
Ser ejemplo en algo no es fácil, tenemos que renunciar a egoísmos múltiples, pero esa es la única manera de impulsar en otros un compromiso para promover el bienestar de la tierra y el nuestro. Sin una tierra habitable, o con ella contaminada, no tendremos hogar o enfermaremos. A pesar de todo, seguimos primando la comodidad, el precio y nuestro tiempo, para dedicarlo al consumo de cosas que en realidad nos hacen daño. Esa incoherencia es la razón por la que las ideas sostenibles no terminan de cuajar. Y la única solución es tomar conciencia y comprometernos. Ser agente del cambio implica que eres tú el primero en hacerlo, antes de que le pidas a otro que lo haga.
Sin embargo, dudas de si ese cambio es necesario, crees que quizás es una propuesta exagerada, que en realidad no va a pasar nada, y a la vez todo está pasando mientras piensas eso. Solo tienes que ver las noticias para descubrir lo mal que funcionan las cosas. Es verdad que aún nos edulcoran todo, pero ya cada vez más las fuentes científicas divulgan con palabras sencillas su mensaje para que sea conocido por todos. Solo tienes que investigar un poco y descubrir que lo que te digo es verdad.
Para que la idea de que no puedes renunciar a tu comodidad, a tus intereses superfluos, a la vanidad de querer todo para ti, y al egoísmo de que sean los otros los que deben hacerlo primero mientras tú decides cambiar casi nada, debes reflexionar sobre cómo sería tu vida si en realidad nadie hubiese hecho nada por ti. Si nadie te hubiese cuidado cuando eras un bebé y un niño, si nadie te hubiese enseñado todo lo que sabes, si nadie te hubiese acogido con cariño, tú probablemente no estarías vivo. Solo piensa que todo eso que ya has recibido hay que retornarlo de vuelta, y desde allí entenderás que no solo tú, sino también tus hijos, o tus sobrinos, o los hijos de tus mejores amigos, merecen un hogar habitable, una tierra tan bella y con tanta riqueza como la que tú has disfrutado. Y si esto no es suficiente, piensa que quizás un día no haya hogar para nadie, y entonces no podrás volver a atrás a cambiar nada. Si crees que no es el momento, pregúntate, ¿qué te frena? Si es un egoísmo más, renuncia a él, y conviértete tú en el cambio que quieres ver en el mundo, para ti y para todos.
Tribuna escrita por Pilar Novoa Salvador, fundadora de la Fundación SoySol, experta en Sostenibilidad y consistente ejemplo de lo que la sostenibilidad representa.
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