Hasta hace muy pocas décadas (tal vez sólo un par de generaciones), la vida del ser humano se dividía en tres etapas muy elementales: Escuela, Trabajo y Jubileo. La primera y la última se podrían definir como “pasivas”, dependientes de otros; y la central algo más “ activa ”, más protagonista. Pero como casi todo lo relacionado con el ser humano, han llegado unos tiempos portadores de cambios muy disruptivos.
La globalización, las nuevas tecnologías, la incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo, la obsolescencia del conocimiento, etc. y sobre todo, la aparición de la red de redes; todo ello ha provocado la situación, por otra parte incontestable, de que no sólo estamos en una época de cambio, sino en un cambio de época.
A pesar de “Wikipedia”, o tal vez debido a ella, los tiempos de la Enciclopedia (D’ Alambert y Diderot: siglo XVIII) ya no volverán. El trabajo estable, vitalicio, mal llamado “fijo”, tampoco. El principio, casi mayestático, de que la información (y el conocimiento) era poder, se ha caído como un gigante de pies de barro.
Hace ese par de generaciones ya mencionadas, cuando un joven acababa sus estudios, bien de formación profesional o de nivel universitario, tenía la sensación de que la época de las aulas se había terminado; los libros se quedaban atrás. Ya sabía todo. A partir de ese momento sólo le quedaba la obligación de aplicar los conocimientos adquiridos al trabajo que había conseguido, con mayor o menor facilidad o dificultad y ganarse su sustento dela mejor forma posible.
Hoy en día, la rápida evolución de los conocimientos en general, sean del tipo que sean, la aparición de las nuevas tecnologías y la facilidad para acceder a toda la información, hacen que la formación continua se haya convertido en una necesidad y puede que en algo más: en una obligación. Y no sólo para las nuevas generaciones, sino para toda aquella persona que necesite ser “ empleable ” en estos tiempos en los que la inseguridad, e inclusive la precariedad en el empleo, se han convertido en algo demasiado habitual, lamentablemente.
Por todo ello, la formación continua, así como la puesta al día en nuevos conocimientos, se hacen imprescindibles si queremos mantener cierta tranquilidad respecto a nuestra estabilidad en el mercado de trabajo; si queremos ser “ empleables ”, ante cualquier situación imprevista y no deseada, como puede ser la de vernos inmersos en un expediente de regulación de empleo (E.R.E.) originado por cualquier circunstancia no prevista, incontrolable. A todo lo mencionado, deberíamos añadir la incertidumbre sobre la estabilidad del sistema de pensiones basado en el “ reparto ” y no en la“ capitalización ” de las cotizaciones individuales. Ello provocará, sin duda, el retraso en la edad de jubilación, añadiendo más incógnitas a la difícil ecuación de cómo promover, por una parte, el empleo juvenil, al tiempo que intentamos garantizar las pensiones de los mayores.
La formación a partir de los cincuenta habrá que ampliarla a toda la vida laboral de cada persona, ya que los conocimientos adquiridos en la escuela y en la universidad se van a quedar muy obsoletos, casi de forma inmediata y la vida laboral habrá que prolongarla muy a nuestro pesar. Habrá que hablar más de una formación continua siempre adaptada a la realidad de cada momento y no sólo de formación a partir de una determinada edad.
Uno de los problemas que se presentan con mayor frecuencia es el de la falta de adaptación de los trabajadores más veteranos a las nuevas tecnologías, tanto por falta de formación de base como por la dificultad, casi natural, del ser humano de adaptarse con rapidez y facilidad a cualquier tipo de cambio; la resistencia al mismo. Es el inconveniente de no ser “ nativos digitales ”. Una dificultad, la de adaptarse, que nace o al menos se potencia desde un miedo interno o una falsa creencia de no ser capaz.
En esta última década, un estudio de percepciones patrocinado por DIRCOM (Asociación de Directores de Comunicación Interna), mostraba un dato muy interesante al respecto. Este estudio se realizó con una muestra representativa de más de 33.000 empleados de 9 empresas españolas (Banesto, Campofrío, Telefónica I+D, Ferrovial, RENFE, Grupo Mahou San Miguel, Danone y Almirall), entre los que se encontraban una amplia representación de empleados de más de 50 años. Allí se podía observar cómo los empleados de más edad no tenían ningún problema en usar las nuevas tecnologías en su vida privada, no con la misma asiduidad que los más jóvenes, pero sí como herramientas cotidianas en sus actividades de ocio, transacciones bancarias, redes sociales… Entonces ¿por qué no lanzarse a usarlas también en su vida profesional? El miedo a ser comparados con los mencionados “ nativos digitales ” puede estar frenando un potencial importante.
Si queremos resolver la ecuación mencionada anteriormente, habrá que pensar en cómo hacer una correcta gestión de las edades en el seno de cada empresa, de modo que podamos facilitar el solape entre las cuatro generaciones que están conviviendo actualmente; en contra de la ruptura de la solución de continuidad en la transmisión del conocimiento implícito generada por la aplicación de las jubilaciones anticipadas, como solución menos mala al problema generado por el excedente de plantillas.
El “mentoring”, tanto el directo como el inverso, será clave en un futuro inmediato, tanto para la transmisión del conocimiento implícito a las nuevas generaciones por parte de los más veteranos, como para formar a dichos veteranos (por parte de los más jóvenes) en las mencionas “ nuevas tecnologías ”, de forma que se puedan formar y capacitar para mantenerse“ empleables ”, no sólo a partir de los temidos cincuenta, sino durante toda su vida laboral, y aún más allá.
En el fondo, ya no se trata tanto de incidir en una formación a partir de los cincuenta, ni de los cuarenta, ni de los treinta. Se trata más de despertar encada ser humano el interés por la simple curiosidad, ni siquiera intelectual. Una curiosidad que le mantenga atento a lo que pasa a su alrededor para hacerle capaz de adaptarse, casi de forma “ Darwiniana ”, a su entorno y poder imaginarlos suficientes escenarios que le capaciten y preparen para afrontar cualquiera de las situaciones que, este mundo tan “ VUCA ”, le pueda presentar.
Artículo escrito por José Vera, Docente de la Escuela de Negocios y Dirección - ENyD.